LAS PROCESIONES.
Es difícil determinar cuando surgieron, aunque cabe pensar que en los
primeros tiempos de persecución serían muy extrañas, y sólo en el
interior de los lugares de culto. En los siglos XIV y XV, se pretendía
un acercamiento de lo sagrado al pueblo, y el adoctrinamiento y
enseñanza de éste en los misterios de la fe, de ahí que las imágenes
religiosas se multiplican a partir de entonces, y salen al exterior de
los templos. Es a raíz del Concilio de Trento cuando las procesiones
adquieren una enorme importancia, la Iglesia Católica ve en este tipo de
actos un poderoso instrumento de evangelización y persuasión, en un
marco donde era fundamental el impacto visual de la imagen.
MIÉRCOLES DE CENIZA.
Los católicos tenemos una tradición que recuerda las antiguas
costumbres del pueblo hebreo. Cuando se sabían en pecado o cuando se
querían preparar para una fiesta importante en la que debían de estar
purificados, se llenaban el cuerpo de ceniza y se vestían con un saco de
tela áspera. Esto era, por un lado, para recordar la pequeñez del
hombre que procede del polvo y al polvo volverá; y también para hacer
sacrificio (mortificando al cuerpo) en señal de que se reconocían
pecadores y que deseaban, por medio de esa penitencia externa,
manifestar su deseo de arrepentimiento y perdón de parte de Dios.
ABSTINENCIA DE CARNE.
Desde el amanecer del cristianismo, el viernes ha sido señalado como
día de abstinencia con el fin de rendir homenaje a la memoria de Cristo
sufriendo y muriendo en ese día de la semana. La carne roja representa
el cuerpo de Cristo crucificado por ello es objeto principal de
abstinencia, cubre tanto a las carnes rojas (buey, ternera, carnero)
como a las carnes blancas (cabrito, cordero, cerdo) y la caza. Este
precepto se aplica por igual a los productos de carne: embutidos y demás
partes.
Actualmente la iglesia admite la sustitución de la abstinencia de carne
por una obra buena todos los viernes no cuaresmales. Esto es así dado
que la restricción de comer carne se dictó en una época en que la carne
era la principal fuente de comida, siendo escaso el pescado, por ello
suponía un sacrificio dejar de comer carne, sin embargo hoy en día dado
el fácil acceso a todo tipo de pescados y mariscos no supone ningún
sacrificio y ha dejado de tener sentido, así pues se puede sustituir por
otras abstinencias o actos qué sí signifiquen sacrificio para el que
los realiza.
EL HUEVO DE PASCUA.
El origen de esta costumbre viene de los antiguos egipcios, quienes
acostumbraban regalarse en ocasiones especiales, huevos decorados por
ellos mismos. Cuando Jesús ascendió al cielo después de resucitar, los
primeros cristianos fijaron una época del año, la Cuaresma, cuarenta
días antes de la fiesta de Pascua, en la que todos los cristianos debían
hacer sacrificios para limpiar su alma. Uno de estos sacrificios era no
comer huevo durante la Cuaresma. Cómo las gallinas seguían poniendo, el
día de Pascua salían de sus casas con canastas de huevos para regalar a
los demás cristianos. Uno de estos primeros cristianos, recordó lo que
hacían los egipcios y se le ocurrió pintar los huevos que iba a regalar.
Desde entonces, se regalan huevos de colores en Pascua para recordar
que Jesús resucitó. Poco a poco, se fueron introduciendo otras ideas
como hacer huevos de chocolate y de dulce para regalar en Pascua. Son
esos los que regalamos hoy en día.
EL CONEJO DE PASCUA.
Su origen se remonta a las fiestas anglosajonas pre-cristianas, cuando
el conejo era el símbolo de la fertilidad asociado a la diosa Eastre, a
quien se le dedicaba el mes de abril. Progresivamente, se fue incluyendo
esta imagen a la Semana Santa y, a partir del siglo XIX, se empezaron a
fabricar los muñecos de chocolate y azúcar en Alemania.
Esto
dio origen también a una curiosa Leyenda que cuenta que, cuando
metieron a Jesús al sepulcro que les había dado José de Arimatea, dentro
de la cueva había un conejo escondido, que muy asustado veía cómo toda
la gente entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había muerto. El
conejo se quedó ahí viendo el cuerpo de Jesús cuando pusieron la piedra
que cerraba la tumba, preguntándose quién sería esa persona tan
llorada. Así pasó el tiempo, cuando de pronto, el conejo vio algo
sorprendente: Jesús se levantó, un ángel quitó la piedra que tapaba la
entrada y Jesús salió de la cueva. El conejo comprendió que Jesús era el
Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar al mundo y a todas las
personas que lloraban, que ya no tenían que estar tristes porque Jesús
había resucitado. Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que
si les llevaba un huevo pintado, ellos entenderían el mensaje de vida y
alegría, y así lo hizo. Desde entonces, cuenta la leyenda, el conejo
sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas
para recordarle al mundo que Jesús resucitó y hay que vivir alegres.
LA MONA DE PASCUA
es una tradición típicamente Catalana y consiste en un pastel de
harina, azúcar, huevos y mantequilla que el padrino o la madrina regala a
su ahijado o ahijada el lunes de Pascua, día festivo en Cataluña. La
costumbre es muy antigua, ya que sale documentada en el siglo XV.
Antiguamente la mona era una torta de pan, pero también podía tener
diferentes formas: un conejo, una gallina, un barco, un molino... pero
en ninguna de ellas faltaba el huevo de chocolate. La tradición dice que
la mona se regala hasta que el ahijado celebra la primera comunión.
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